martes, 29 de abril de 2008

Pájaros de mal agüero

Sin prisa pero sin pausa,
como el "calabobos",
desde la más tierna infancia
preparan el cebo:

"Si no te comes la sopa
te llevará el coco..."
"Los tocamientos impuros
te dejarán ciego...".

Y te acosan de por vida
azuzando el miedo,
pescando en el rio turbio
del pecado y la virtud,

Vendiendo gato por liebre
a costa de un credo
que fabrica platos rotos
que acabas pagando tú.

Son la salsa
de la farsa
El meollo
del mal rollo.
La mecha
de la sospecha.
La llama
de la jindama.

Son el alma
de la alarma
del recelo
y del canguelo.
Los chulapos
del gazapo.

Los macarras
de la moral.

Anunciando apocalípsis
van de salvadores
y si les dejas te pierden
infaliblemente.

Manipulan nuestros sueños
y nuestros temores.
sabedores de que el miedo
nunca es inocente.

Hay que seguirles a ciegas
y serles devoto.
Creerles a pies juntillas
y darles la razón
que "El que no se quede quieto
no sale en la foto..."
"Quien se sale del rebaño:
destierro y excomunión".

Texto de Joan Manuel Serrat. Fotografía España años 40


1º de Mayo

A finales del siglo XIX en plena 2ª revolución industrial, se recrudecieron los movimientos obreros en la lucha por la jornada de ocho horas, que ya se habían iniciado en 1829. Los Estados Unidos como gran floreciente potencia industrial era un foco principal de éstos movimientos. Los trabajadores norteamericanos agrupados principalmente en la American Federation of Labor, de orientación socialista, acordaron en su congreso de 1884, que la jornada laboral debía ser de ocho horas a partir del 1 de Mayo de 1886, siendo esta fecha el tope ineludible para el Gobierno en establecer legislación sobre este aspecto. De hecho, éste redactó la Ley Ingersoll, pero los patronos y empresarios encontraron la forma de burlarla y de hecho no fue efectiva.

Los trabajadores respondieron con una convocatoria de huelga para el 1 de Mayo. Por otro lado la prensa en general y otros grupos de presión se manifestaban en contra de los trabajadores. La huelga tuvo un seguimiento masivo. La situación en Chicago era especialmente insostenible para los trabajadores. Aquí la movilización fue impresionante y el paro total, excepto en la empresa de maquinaria agrícola McCormick, que ya llevaba meses en huelga y funcionaba gracias a esquiroles. Durante los días 2 y 3 de Mayo hubo enfrentamientos con la policía en los que murieron algunos trabajadores. El día 4 se convocó con autorización del gobernador una concentración obrera de protesta en la plaza de Haymarket. Allí ocurrieron graves disturbios con la muerte de más trabajadores y policías, a causa de una bomba que se hizo estallar entre ellos. Estos hechos se conocen como la Revuelta de Haymarket. A finales del mes de Mayo los patronos y empresarios no tuvieron más remedio que aceptar las propuestas de los trabajadores, constituyendo esto una de las grandes victorias de la clase trabajadora. No obstante fueron juzgados en Junio 8 de los 31 obreros detenidos por los sucesos de Haymarket, y cinco de ellos fueron ejecutados el 11 de noviembre de 1887. Los otros tres fueron condenados a cadena perpetua, en un proceso penal lleno de irregularidades.

Éstos son los conocidos como Mártires de Chicago.

Cuarenta años después, en 1927, fueron ejecutados, acusados falsamente de un robo, los anarquistas de origen italiano Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. Fueron encausados, en el fondo, por su activismo anarquista, en unos años en los que en Estados Unidos se desató la guerra encubierta contra todo lo que tuviese que ver con ideas socialistas, comunistas o anarquistas.

Son los Mártires de Boston.

Es de reseñar, que a pesar de haber ocurrido todo esto en Estados Unidos, allí no celebran el Día Internacional del Trabajo (ni en el Reino Unido ni en Andorra). “Su” día del trabajo es el Labor Day, primer Lunes de Septiembre. Cosas de los americanos.

jueves, 24 de abril de 2008

Recordando buena gente




El 18 de febrero de 1992 falleció en Grenoble, víctima de una dolencia cardíaca, a los 85 años, Paul Gayet Tancrède, conocido universalmente como Samivel. Este polifacético personaje sobresalió como excelente pintor, dibujante, escritor, cineasta, historiador o ensayista, fotógrafo y conferenciante, y pasará a la historia como uno de los grandes humanistas de la montaña.

Entre su producción destaca la novela "Le fou d'Enderberg", los libros de cuentos "Contes a Pic", "L'amateur d'abîmes", "Sous l'oeil des choucas", o los clásicos ensayos "Cimes et merveilles" o "Hommes, cimes et dieux", y los legendarios cómics "Boushommes de neige" y "Opera de Pics", además de multitud de dibujos y pinturas.

Quizás lo que popularizó más sus obras fueron los dibujos, de técnica luminosa y alargadas perspectivas, donde evoca la magia y belleza del mundo de la alta montaña, pero a la vez denuncia también las miserias del alpinismo y del esquí, y los contrasentidos en que incurre el hombre cuando quiere vanidosamente utilizar la montaña para su provecho personal.

Que el legado de este poeta de los Alpes sirva para defender la pureza y sinceridad de la alta montaña como siempre intentó.

¡Salut Samivel!

De silencios

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto

Neftalí Ricardo Reyes Basualto


Santos, libros y flores


Resulta peculiar ver a todo el mundo paseando tranquilamente por la calle con una rosa y mirando grandes librerías al aire libre. ¿Qué pasa el 23 de Abril en Catalunya, en Valencia y en Mallorca? . Pues que es la Diada de Sant Jordi, el patrón de los Países Catalanes.

La tradición de la rosa y el libro es muy antigua y está muy arraigada en toda la sociedad y en todas las edades. Las mujeres reciben una rosa de su amado y ellos son recompensados con un libro. Es usual regalar la rosa a todas aquellas personas que quieres.

La tradición del libro es sencilla de explicar; en este día se conmemora la muerte de dos grandes plumas de la Historia de la Literatura: M. de Cervantes y W. Shakespeare.
Esta fecha está declarada por la Unesco el día del libro. La historia de la rosa, es más compleja, pero está rodeada por una aureola de romanticismo que la hacen especial.

Todo nace a partir de una leyenda medieval:

Había una vez un monstruo que vivía en un lago al lado de una pequeña ciudad. Su presencia tenía atemorizada a toda la población y su aliento llegaba hasta el interior del recinto amurallado. Para evitar su ira y no tentar su ferocidad, los ciudadanos tenían que llevarle cada día dos ovejas.

Pero las ovejas se acabaron y el cruel animal amenazaba con atacar y arrasar toda la población. Por eso el rey decidió que se le iban a entregar personas. Mandó que todos los padres diesen a sus hijos, uno por uno, a la fiera; siguiendo un sistema de azar; pero un día, por este sistema, le tocó a la hija del rey.

Éste, lleno de pesar, dijo al pueblo que repartiría todos sus bienes si la princesa era dispensada de su muerte segura. El pueblo no lo quiso, incluso amenazaron con quemar el palacio real, por eso aceptó y libró a su hija a la bestia.

Cuando la princesa ya había hecho gran parte del camino sola, pasó por allí un caballero sobre un gran corcel blanco. Éste, viendo a la doncella desconsolada le preguntó qué le pasaba. Ella se lo explicó y, cuando se percató de que el dragón se acercaba hacia donde estaban, el caballero tomó la lanza y se enfrentó con la cruel fiera. Sant Jordi, que era el caballero, hirió gravemente la bestia, la ató con el ceidor de la princesa y lo pasearon por toda la ciudad como un perro indefenso para demostrar que estaba vencido.

Finalmente, el caballero le clavó con fuerza la lanza y lo mató definitivamente. De su sangre, nació un rosal bellísimo, del cual cortó la rosa más hermosa para entregársela a la dama.

De aquí nace la tradición de la rosa como presente del día de Sant Jordi.

Texto publicado por Eduard Juncosa

Los payasos



Nunca me hicieron demasiada gracia los payasos. Sobre todo la clásica pareja del listo y el tonto. Si acaso, el tonto si me resultaba algo simpático, (ahora sé que técnicamente se llama augusto), pero el que no soportaba era a el listo (técnicamente clown cara blanca). Era algo superior a mis fuerzas y totalmente irracional. El maquillaje blanco, esa ceja superlativa disparada hacia arriba, los pantalones bombachos a media pierna, casaca con hombreras, ¡todo brillante de lentejuelas!, y encima con medias y zapatos de tacón. Que yo me preguntaba ¿qué hacía un tío hecho y derecho vestido así?. Y además siempre enmendándole la plana al tonto.

De todas formas, había algo más que me inquietaba en ese personaje que no acertaba a descifrar que era, como un velo de algo que intuía pero no acababa de definir. Una sensación extraña y repulsiva, inconsciente e irracional.

Pasaron los años y allá por los ochenta empezó a emitirse un programa que se llamaba “Cine de Medianoche”, en el que se proyectaban películas que no se consideraban aptas para el prime-time (la hora de la cena). Recuerdo especialmente, “El imperio de los sentidos”, más que por la película, por el doblaje que de ella hacían por la radio unos seres esperpénticos y geniales que eran “Radio la Voz de la Experiencia, de la Cadena del Water”, emisora ilegal e irreverente.

Pues fue en este “Cine de Medianoche”, donde me encontré de sopetón con ese velo, esa sospecha que yo tenía sobre los payasos y el mundo del circo. Fue la noche que proyectaron en televisión “Freaks” o “La parada de los monstruos”, en castellano, peliculón del año 1932 de Tod Browning. En esta para mí, magistral cinta, se muestra un alucinante catálogo de deformidades humanas, de las que se saca provecho en el espectáculo circense, todo ello no exento de humanidad y en algunos momentos de ternura. Otra “joya” del señor Browning es “Garras Humanas” (The Unknown), és muda y con un argumento alucinante. Este film inspiro la canción del mismo título de otro “monstruo” de la escena, Javier Gurruchuga y su Orquesta Mondragón. “Soy el hombre sin brazos del circo …………”.

Si no las habéis visto, no os las perdáis.

sábado, 19 de abril de 2008

Adelina, de paseo

la mar no tiene naranjas,
ni Sevilla tiene amor.
Morena, qué luz de fuego.
Préstame tu quitasol.

Me pondrá la carne verde
-zumo de lima y limón-,
tus palabras -pececillos-
nadarán alrededor.

La mar no tiene naranjas.
¡Ay!, amor.
¡Ni Sevilla tiene amor!

Federico García Lorca (texto e ilustración)

viernes, 18 de abril de 2008

Peñas arriba


No puedo situar con exactitud mi primer encuentro con la montaña. Probablemente sería en los grandes pinares de la cara norte del Guadarrama, dónde después de largos paseos recogiendo piñas (y vaciándolas de piñones), me esperaba un plato de judías pintas que devoraba con fruición.. Durante la niñez fui visitante asiduo de esas masas forestales y miraba las cumbres desde abajo; Peña Citores, Cabeza Líjar, Abantos, La Peñota, Montón de Trigo, Peñalara, Maliciosa (¡vaya toponimia la de la Sierra de Guadarrama!). En Las Dehesas, La Barranca o San Rafael, soñaba con la conquista de todas esas “lejanas” cumbres.

Más tarde, ya en excursiones con el colegio empezamos a tratar a las montañas “de tú a tú”, primero con los canchales del pico de la Miel y posteriormente el Montón de Trigo desde la Fuenfría, dónde “ tocábamos nieve”. ¡Menudo equipo llevábamos!. Las botas chirucas que se mojaban en cuanto veían la nieve. Por guetres, bolsas de plástico en las que metíamos las pantorrillas, y algún afortunado usaba unas gafas de soldador, con gran envidia por parte de los demás que “corríamos el peligro de la ceguera de las nieves”.

Poco a poco, paso a paso, llegaron más montañas, más no menos altas, más o menos difíciles, pero todas únicas. Vinieron Gredos, Picos de Europa, el Pirineo, Sierra Nevada, Alpes y por fin los Andes.

Nunca he sido un alpinista intrépido si no más bien cagón (por lo prudente) y gracias ( o a pesar) de ello, no he tenido grandes aventuras ni sobresaltos. Hoy en día mis incursiones montañeras, son con mis hijos y tienen una dimensión bien distinta, por lo lúdico y por lo afectivo. Por un lado se sustituye el descubrimiento personal por el “hacer descubrir a los demás” y por otro lado, ¡qué mejores compañeros de cordada que mis hijos!.

Siempre quise vivir de y en la montaña, pero son esas cosas que me parece que no voy a poder cumplir. Si antaño hubiesen existido las posibilidades de formación y laborales de hoy en día otro gallo cantaría. No obstante cada vez que estamos más de una semana en terreno quebrado, me entran las ganas de vender todo e irnos a algún pueblecito del Pririneo, pero la consciencia (o cobardía) de la madurez y la prole lo impiden.

Lo que si que quiero cumplir es una imagen que tengo guardada. Verano en los Alpes, la tarde descendiendo la Mer de Glace. Grupos de gente coinciden en los metros finales de la huella, antes de salir por la morrena a la Vire des Guides. junto a nosostros pasa un hombre de otra época. Bávaros de gabardina, medias de lana sin desengrasar, Camisa de franela a cuadros y botas de cuero. A la espalada mochila de lona, con el piolet de madera atravesado “a la antigua”. Un cuerpo enjuto rematado por una boina de chasseur alpin y una carra tostada y arrugada de la que sobresale una pipa y los más de setenta años de este señor. De la mano lleva a su nieta, una chiquilla blanca y rubia.

De mayor quiero ser como él.

martes, 15 de abril de 2008

Mírame


No me mires que me matas.
Mírame que te quiero.
No me mires que me azoras.
Mírame que tengo miedo.

Si no tienes siquiera un año
tu mirada limpia e inocente,
por qué me hace tanto daño
por qué es tan inquietante.

Papá , ¿por qué estoy aquí?,
no temas que yo te cuido.
Y díme ¿por qué nací?,
tranquila que estoy contigo.

Y ese temor a tu mirada
quizás sea otra cosa.
Que el niño que tengo dentro,
todavía sigue gritando..
¡Estoy sólo, tengo miedo!.

El templo del sol


No es demasiado conocido, ni demasiado frecuentado. Verás alguna pareja con sus niños, un solitario vagabundo, turistas despistados y algunas personas que parecen pasear sin rumbo fijo, como esperando algo. Éstos son los conocedores del secreto que te voy a confiar.

En una pequeña elevación y sobre las cenizas de una tragedia próxima pasada, se levantan unas piedras traídas de Egipto. Con fuentes y láminas de agua, remedan un templo del Alto valle del Nilo. Pero estas piedras no son el objeto de este cuento, sólo el marco, sino lo que desde allí se divisa. Desde la meseta que compone esta elevación, como en un balcón, la vista vuela por encima de las copas de los árboles del parque cercano, hasta la hondonada del aprendiz de río. Más allá continúan las frondas del que fue cazadero real y relampaguea un estanque. A continuación hacia al oeste y como un efecto mágico de la orografía, las copas redondas de los pinos parecen perpetuarse hasta la lejana raya azul-gris de las montañas, aún sin su espuma de nieve.

En otoño, cuando la luz dorada del atardecer, empieza a dulcificar los rasgos duros de la ciudad, esos seres deambulantes se acercan al borde de la meseta y se hipnotizan con la danza del sol. Entonces por unos minutos mágicos, la cárcel que es esa ciudad, se abre por una puerta fantástica , libre, que invita a volar rápido y bajo hacia el sol poniente.

Luego lentamente el frío se apodera de tus mejillas. A tus espaldas, se encienden las luces de la ciudad, los luminosos de las compañías aéreas y las carteleras de los cines de estreno.

Regresas a tu guarida con el corazón en un puño, preguntándote, ¿por qué no has volado?, y obligándote a volver al día siguiente a intentarlo de nuevo.

Si encontráis el templo del sol, y es otoño…. Disfrutad y volad.

Cobles a la mort del meu pare


Del mío, no del de Jorge Manrique. Y en catalán, porque era ampurdanés.

Allá por la mitad del siglo pasado, aterrizó en el centro de la Capertovetonia desde ese rincón verde el Nordeste. Llamado como muchos otros por las sempiternas oposiciones, finalmente las abandonó por las urgencias de la vida y el amor, dedicándose a lo que como catalán, mejor sabía hacer, comerciar.

Alto, fuerte, como son todos los padres para todos los niños, dejó la impronta de sus manos fuertes de dedos largos (por qué me fijaré yo tanto en las manos de la gente) con muchas caricias y algún azote.

Yo que me precio de tener buena memoria (recuerdo desde los tres años), atesoro los momentos de tres años junto a mi padre. Los balbuceos de un niño en el salón familiar, delante de un magnetofón de bobina, gran invento del siglo XX y los partidos de fútbol en el solar del Cuartel de la Montaña. Los inesperados soldaditos de juguete a la salida del colegio y el temblor agarrado a su mano en el puente de San Juan de Cuenca, sobre un maderamen gimiente. La casa del Greco en Toledo, hablando con un señor en inglés, que entre el catalán y ésto, ¡hay que ver que raro habla mi padre!. Intrépido explorador a su regreso de la ignota África, con sus fotos de leones y “masais”. Y la poza del río Moros, surcada sobre sus anchos hombros como si fuese un barco navegando en el océano.

Y también lo recuerdo del Barça, en una tarde televisiva de sillón, y ya señalado por el dedo inmisericorde de la parca. Lo que nunca he logrado situar es el momento en que dejó de “estar”, fútil protección de la mente infantil, porque íntimamente, yo sé que ese momento está ahí. Lo que si he sabido siempre, es que no es lo mismo “estar que ser”, y que es posible “ser y no estar”. Y que tú siempre “eres”.

Martín. Papá


Tempus fugit


Va para veinte años que abandoné la ciudad en la que nací y crecí. Vuelvo cada vez menos (circunstancias de la vida y la familia), y estos periódicos retornos me producen una desazón creciente. Lógicamente la ciudad cambia, evoluciona, mejora (o a veces empeora), pero lo que más me inquieta es la desaparición de aquellos lugares que son como hitos de mis recuerdos. La papelería donde cambiaba tebeos y novelas (sí, los tebeos entonces se cambiaban), la lechería de enfrente, con su dependiente de eterno puro en la boca o la peluquería de la lado donde se cortaba el pelo mi abuelo y yo me lo cortaba 50 años después.

Estos lugares físicos son como los hilos de Ariadna que atan los recuerdos con la realidad. Cada vez que nos cortan uno de ellos, siento como si mis recuerdos empezasen a flotar en una niebla difusa, a media altura, sobre la tierra, sin llegar al cielo. Me quedo sin el referente para decirle a mis hijos : “Ahí estudié”.”Ahí jugaba al fútbol”.”Ahí conocí a tu madre”.

Y un día con el pasar de los años, me detendré en esa ciudad esteparia y no reconoceré nada. Entonces no sabré si viví o soñé.

lunes, 14 de abril de 2008

¿Quién me ha robado el mes de Abril?


No empieza el 21 de Marzo. No entiende de fechas exactas aunque tenga que ver con la astrofísica. Ese ritmo profundo y latente de nuestras vidas responde a otro mecanismo que todavía no alcanzamos a comprender y espero que nunca lleguemos a ello. Si no, aquí en el valle del Gran Río, nos perderíamos la sorpresa de levantarnos una mañana, respirar el aire fresco del amanecer y decir, “Ya es primavera”. Sospecho que en cualquier lugar del mundo ocurre lo mismo, los habitantes del lugar se levantan una mañana y sienten, huelen, notan que es primavera. Esa época plagada de fiestas, romerías, ferias y demás, que no hacen más que celebrar la vuelta a la vida, después del duro invierno (al menos antes lo era) y nos invitan a la alegría, el optimismo, la fertilidad, en suma, la certeza de estar vivo.

También es época tempestuosa, de turbonadas repentinas, violentas, de agua o granizo, que estropean los farolillos de fiestas multitudinarias e interrumpen ritos atávicos en los que se masacran animales. Repentinas lluvias torrenciales que limpian calles y campos de la penuria acumulada durante el invierno.

Algo así como un 14 de Abril de hace 77 años. Una tormenta de primavera renovó las ganas de vivir, aire fresco, y agua turbulenta que arrastró las enmohecidas entretelas de un país. Lo que pasó después, es historia.

Yo por si acaso cada 14 de abril, cuelgo de mi balcón una bandera tricolor, para que con su mástil sirva de imán de esa nube tormentosa que todas las primaveras espero.

¿Quién me ha robado el mes de Abril?, que diría Joaquín.

sábado, 12 de abril de 2008

Las aceitunas


Una tarde gris y lluviosa, de esas en que el mundo parece que se muere poco a poco. Un país gris, una época gris, tanto que hasta la policía era gris.
Una taberna de barrio, olor a vino, humo de Ducados y pepinillos, y en la barra una mujer, gris, camuflada, casi transparente, agarrando con sus manos callosas de uñas rotas un café, como si abrazándole le arrebatase todo el calor que a ella le faltaba.
Y a su lado un niño, no más de cuatro años, más pequeños aún si cabe frente al muro infranqueable de la barra del bar. Una cara redonda toda ojos, churretes y un atisbo de nariz con mocos.
"Mamá, aseitunas"
La mujer mira el café con los ojos que algún día fueron como los del niño, sólo que ahora los torturan las arrugas y el velo del desengaño, el trabajo sin recompensa, la desesperanza.
"Mamá, aseitunas"
El niño se estira y agarra la bolsa de la compra de la que asoman unos papeles de estraza y eleva sus ojos en una única plegaria hacia el techo amarillento de la taberna.
"Mamá aseitunas"
La mujer mira al infinito sin ver, entre la botella de Fundador y la de anís Castellana. El niño dejando caer los brazos, musita, sin exigencia, como el que bisbisea una jaculatoria.
"Mamá aseitunas ......."
Entonces la mujer, despacio, saca del bolsillo del tabardo un monedero desportillado y rebuscando en él, deja alguna moneda en la barra. El niño expectante casi ni respira.
Con reverencia, casi como si fuese una patena, desciende el plato con cinco aceitunas hasta la altura del niño
"¡Mamá aseitunas!
Y por instante fugaz los ojos de la madre fueron los de su hijo y juntos volaron por espacios abiertos, infinitos, en busca del sol.
¿Quién dijo que la ternura no duele?

viernes, 11 de abril de 2008

Soñar, vivir, escribir


Yo sueño que estoy aquí de estas prisiones cargado
y soñé que en otro estado sobre la vida escribí.
¿Qué es el sueño?
Una ilusión, una quimera, una ficción.
Que todo en el sueño es vida
y la vida es emoción.